BOLETÍN INFORMATIVO

Nº 14. Noviembre 2009

Asociación de Internautas Belenistas

Boletín gratuito

 

 

Editorial

EL ADVIENTO Y EL ORDO PROPHETARUM.- Por Juan Carlos Fernández Pérez

Estaba el Padre eterno contemplando

la miseria que el hombre padecía

y al hijo primogénito le envía

que le es igual en ser valor y mando.

 

Con el sí venturoso preparando

posada en las entrañas de María,

que sola aquella a Dios le convenía,

su profunda humildad considerando.

 

Bajó del cielo a darle vida al hombre,

que tuvo el ofenderle por costumbre,

y hoy nace de la Virgen en el suelo.

 

Queda tan honrado nuestro nombre

que el Verbo sacro, lumbre de la lumbre,

se cubre, siendo Dios, de mortal velo.

(Cancionero autógrafo de Pedro de Padilla)

Con este soneto perteneciente al Cancionero autógrafo de Pedro de Padilla (siglo XVI), quisiera comenzar una reflexión sobre las relaciones existentes entre el ciclo del Adviento y el llamado Ordo Prophetarum. La idea que nos guiará es la siguiente: relacionar algunas de las figuras que desfilan a lo largo de este drama litúrgico medieval con las cuatro semanas del Adviento.

El drama litúrgico o drama religioso se originó en Europa en el siglo XI. Durante el Medievo, estos textos eran, por lo general, representaciones que se iniciaron dentro de las iglesias. El origen de este drama estaba en la misma religión, teniendo como objetivo presentar una forma de teatro con un contenido más moral y edificante que las otras formas teatrales de la época. En la liturgia se van intercalando cortos diálogos en latín y posteriormente se introducen pequeñas escenas con personajes del Antiguo o Nuevo Testamento o de la vida de los Santos. Evolucionando poco a poco, a mediados del siglo XII se llegan a realizar representaciones en el atrio de las iglesias. Los actores empiezan a ser laicos, pertenecientes a alguna cofradía, y el latín es reemplazado por la lengua vernácula. Entre los principales dramas litúrgicos medievales podemos citar el Ordo Prophetarum y el Jeu d’Adam.

El Ordo Prophetarum (Procesión de los Profetas) es un drama litúrgico del medievo que formaba parte de los ritos asociados a la Nochebuena, y narraba las diversas profecías de la llegada del Mesías. Entre ellos se encontraban no sólo aquellos correspondientes a los profetas bíblicos, sino también formulados por personajes paganos o de la Antigüedad clásica. Este drama dejó de representarse ya en la Edad Media. La estructura de todas las versiones es similar: en forma de diálogo cantado, los diversos personajes compadecen, introducidos por San Agustín, como si fuesen testigos, tratando de convencer al pueblo de Israel de que Jesucristo es efectivamente el Mesías. La pieza procedente de Limoges (actualmente en la Biblioteca Nacional de Francia, en París) es la más antigua, y la única que incluye texto y música.

El llamado Jeu d’Adam o Drama de Adán (también conocido como Ordo representationis Ade o Mystère d’Adam), por su parte, es un texto francés de finales del siglo XII. Su importancia queda justificada cuando se estudia la evolución y desarrollo del drama medieval, puesto que es la pieza de teatro medieval que mayor información ofrece acerca de lo que debió de ser una puesta en escena al uso. El Jeu d’Adam tiene una clara fuente de inspiración en los distintos pajases del Libro del Génesis, pero sin mermar su originalidad en lo que atañe al estudio de caracteres de los principales personajes que le dan vida. Como pieza dramática uniforme, el Drama de Adán mantiene, a lo largo de su exposición, una unidad temática bien definida: la llegada del Mesías. De todas las escenas que componen esta obra, quiero centrarme en la escena octava, puesto que allí se representa un desfile de profetas y otros personajes veterotestamentarios: Abraham, Aarón, David, Salomón, Balaán, Daniel, Abacuc, Jeremías e Isaías.

Llegados a este punto, confrontaré algunos fragmentos de este Ordo, con las lecturas del Antiguo Testamento con las que nos encontraremos a lo largo de las cuatro semanas del Adviento de este año, para ver la relación que existe entre ambos.

Primera semana de Adviento

Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor. (Isaías 11, 1-10)

Si comparamos este fragmento de Isaías 11, vemos cómo en el Jeu d’Adam se nos refiere la misma profecía cuando este profeta hace su aparición en escena, llevando un libro en la mano y revestido de un gran manto. Comienza su intervención citando la rama que saldrá de la raíz de Jesé, para a continuación añadir lo siguiente:

Ahora os contaré una maravillosa historia

Jessé verá salir de su raíz

una rama que florecerá,

que será digna de gran honor

el Espíritu Santo la habrá cuidado tanto

que sobre esta flor establecerá su descanso.

Segunda semana de Adviento

Durante la segunda semana de Adviento, no hemos hallado ninguna similitud entre ambos textos, si bien deseo citar aquí parte de la primera lectura del segundo domingo de Adviento, por las conexiones existentes entre la profecía de Isaías y la persona de Juan el Bautista, el Precursor.

Una voz grita: "En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escraboso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos -ha hablado la boca del Señor-." (Isaías 40, 1-5.9-11)

Tercera semana de Adviento

El profeta Baláan se cita en la primera lectura de la tercera semana de Adviento.

En aquellos días, Balaán, tendiendo la vista, divisó a Israel acampado por tribus. El espíritu de Dios vino sobre él […] Y entonó sus versos: "Oráculo de Balaán, hijo de Beor, oráculo del hombre de ojos perfectos; oráculo del que escucha palabras de Dios y conoce los planes del Altísimo, que contempla visiones del Poderoso, en éxtasis, con los ojos abiertos: Lo veo, pero no es ahora, lo contemplo, pero no será pronto: Avanza la constelación de Jacob, y sube el cetro de Israel." (Números 24,2-7.15-17ª)

En el Ordo representationis Ade el profeta Balaán, representado como un anciano ataviado con largos hábitos, y sentado en una burra. Su profecía es la misma, la de la estrella que guiará a los Magos:

De Jacob saldrá una estrella

cuyo resplandor en el cielo será bermejo;

y un jefe del pueblo de Israel,

se rebelará contra Moab

y le despojará de su orgullo,

pues, de Israel, saldrá Cristo

que será la estrella de claridad

En esa misma semana de Adviento, volvemos a encontrarnos con Isaías, en este caso en el capítulo 7, versículos 10-14.

En aquellos días, el Señor habló a Acaz: "Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo." Respondió Acaz: "No la pido, no quiero tentar al Señor." Entonces dijo Dios: "Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".

En el Mystère d’Adam se vuelve a repetir esta misma profecía:

Cerca está el tiempo, no está lejano,

no tardará, ya está cercano,

en que una virgen concebirá

y virgen, dará a luz un hijo.

Tendrá por nombre Enmanuel.

Será su mensajero San Gabriel,

la doncella será la Virgen María:

de este modo llevará el fruto de vida;

Jesús, Nuestro Salvador.

Hasta aquí las similitudes entre el Jeu d’Adam y las lecturas correspondientes al Adviento de este año. Quedan fuera, pues, figuras veterotestamentarias de la talla de Abraham, Aaron, David, Salomón, Daniel y Jeremías, por parte de este drama litúrgico (todos, sin excepción, señalan el carácter mesiánico de Jesús); y las de Sofonías, Malaquías y Sansón, en lo que atañe a las lecturas del tiempo de Adviento.

A lo largo de estas páginas hemos visto cómo en las profecías de Isaías y Balaán se citan elementos de la Natividad tales como la Anunciación o la Encarnación, los personajes del Arcángel san Gabriel o la Virgen María; por último, las alusiones a la rama del árbol de Jesé (virga Iesé)[1] y la constelación o estrella que, como todos sabemos, guiará a los Magos hasta el Portal de Belén.

Hodie scietis, quia veniet Dominus, et salvabit nos:

Et mane videbitis gloriam eius.

 

[1] Árbol de Jesé es el nombre que tradicionalmente recibe el árbol genealógico de Cristo, a partir de Jesé, padre del rey David. El nombre de Jesé es un doblete helenístico del de Isaías, con lo que también se le conoce como Ishai o Isaí. Tanto Mateo como Lucas parten de David para llegar a José (padre putativo de Jesús), aunque algunos piensan que la genealogía de Lucas sería en realidad la de María. El Nuevo Testamento apoya así la profecía de Isaías: Saldrá un vástago del tronco de Isaí (Jesé), y un retoño de sus raíces brotará. San Jerónimo hizo que la vara fuera virga (que efectivamente es vara, pero también virgen), con lo que sale una vara, que es la Virgen, y de ella un retoño, que es Jesús. El árbol de Jesé se ha representado en la cultura cristiana en numerosas ocasiones, identificándolo también con el árbol de la vida del Génesis.

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